Recordar es volver a vivir, y al rememorar La Figuereta, desfilan ante mí una avalancha de vivencias, emociones y anécdotas que marcaron una etapa imborrable para nuestra Filà Mozárabes, Els Gats. Podría escribir páginas enteras, pero procuraré ser breve y fiel a la esencia de lo que representó aquel pequeño rincón para todos nosotros.
¿Qué era La Figuereta? ¿Dónde estaba?
Para quienes no la conocieron —los más veteranos no necesitan explicación— La Figuereta era el nombre cariñoso del local social de la Filà Mozárabes entre principios de los años 50 y 1982, cuando nos trasladamos al actual en la calle San Juan. Se encontraba en la calle Sant Nicolauet, número 167, muy cerca de El Partidor.
Era un local modesto, escondido tras el zaguán de una casa, al que se accedía subiendo unos escalones. Una vez dentro, un pequeño distribuidor daba paso a una cocina minúscula, y tras bajar otros escalones, se llegaba al alma del local: una única sala rectangular de unos 30 metros cuadrados. En el fondo, dos ventanas y una puerta conectaban con un patio trasero sin pavimentar, donde crecía majestuosa la higuera que dio nombre al lugar.
A pesar del reducido espacio, allí cabía todo: ensayos, reuniones, comidas, cenas, tertulias y las emocionantes esperas antes de salir en la Entrada. Todo esto lo vivimos con una unión difícil de explicar, con ese espíritu de hermandad tan característico de Els Gats.
Los orígenes de una etapa gloriosa
Bajo la higuera de La Figuereta florecieron los años más intensos de reconstrucción de la Filà. Todo comenzó en 1945, cuando Enrique Casasempere —Valter para los amigos— acudió a Julio Pastor y a mí, preocupado por el futuro de la filà, que debía asumir la alferecía dos años más tarde. En aquel entonces, los integrantes activos eran pocos, apenas «cuatro gatos», y sin refuerzos habría que renunciar al cargo.
Ese año, reforzamos la escuadra de la Entrada de Cristianos, como prueba una fotografía histórica donde aparecen Julio Pastor, Jorge Segura, Enrique Casasempere, Justo Terol (como cabo), y otros compañeros entrañables. Gracias al empuje de Julio Pastor y al entusiasmo del grupo de amigos que atrajo, nuestra peña se fue integrando hasta convertirse en el corazón de Els Gats.
Así, en 1947, el alférez Cristóbal Llorens (Tofol) fue digno representante, y un año después, en 1948, la capitanía de Paco Santonja Llácer brilló gracias a una participación multitudinaria y apasionada.
Una familia que creció unida
Desde entonces, Els Gats se transformó en una gran familia. Y me siento en la obligación de recordar a tantos que lo hicieron posible. Si me olvido de alguno, pido disculpas por adelantado: Pepito Sanz, Pepito Carbonell, Pepito Candela, Kiko, Francés, Ramúsculo, Arturo Mínguez, Jorge Pastor, Juanito Muñoz (el mursiano), José García Parra, Pepito Payá… Y sobre todos, Doro y Jaime. Ellos, tanto monta, monta tanto, fueron los grandes pilares, los que lograron, con paciencia y amistad, que la filà creciera con armonía y se mantuviera siempre viva en Nostra Festa.
Transmitir el legado
Dicen que la felicidad también está en saber gozar de los recuerdos. Y yo los atesoro. Por eso siento el deber de transmitirlos a mis hijos, a mis nietos, y a todos los que siguen el camino festero, para que conozcan nuestra historia y puedan vivir la Filà como lo hicimos nosotros.
Hoy, al felicitar a nuestros recientes Alférez y Capitán, Paco Jordà y Manolo Rico, quiero recordarles que con su compromiso también han hecho historia festera. Han dado continuidad a ese legado que nació, se fortaleció y floreció bajo la higuera de La Figuereta.
Y termino como siempre…
Per Alcoi i per Sant Jordi!
Visca Sant Jordi!!